Desde hace
ya bastantes años, se manifiesta una crítica que siempre se escucha en
cualquier tertulia sobre nuestra sociedad de hoy en día. Y es que la cercanía,
la amistad y la solidaridad que existía entre los vecinos de un mismo lugar, ha
casi desaparecido en su totalidad.
Tomándome la
libertad si me lo permiten, de escoger como referencia las historias que me
cuenta mi padre, en las que menciona a diversos vecinos y familiares, que de
algún modo u otro ayudaron a fabricar la casa donde ha vivido mi familia; puedo
hacer este análisis en el que sin duda vemos como la gente es cada vez menos
propensa a ofrecer ayuda desinteresada a los más cercanos.
La vida en
los pueblos y barrios, se compartía mucho más en aquellos tiempos pasados. Casi
me atrevo a decir, que la sociedad en general estaba deseosa de ayudar al
prójimo. Tal era así, que una situación muy común era que se juntaran diversos
vecinos y ayudaran en labores de construcción, agricultura, y demás actividades
en las que se pasaban unas horas compartiendo esfuerzo desinteresado, charla,
compañerismo; y al finalizar una comida o un picoteo.
Sin ir más
lejos, tengo muy presente en mi memoria el momento en el que mi vecino de al
lado, tenía que construir una rampa de acceso a su garaje. Aquella tarde que se
alargó hasta la noche, mi padre y algunos vecinos más, ayudaron a la
elaboración de aquella pequeña obra. Al finalizarla, el dueño de la vivienda
organizó un asadero para agradecer la ayuda prestada.
Pero este
pensamiento no sólo está enfocado al servicio que se pueda prestar a un vecino,
sino que también hago referencia a la cercanía de la vecindad en general. Por
ejemplo, no hace muchos años, recuerdo que en las noches calurosas de verano
los vecinos salían a las puertas de sus casas a coger aire fresco. En aquellas
charlas en las que se compartían recetas, consejos y vivencias, siempre había
alguna persona que ofrecía café o refrescos a los allí presentes, haciendo más
ameno y entrañable el momento. Mientras tanto, los niños aprovechaban para
juguetear por la calle, regocijándose en que las vacaciones de verano les permitían
estar más horas fuera de casa, y de que los mayores estaban entretenidos en su
dialecto. Casi en cada calle se podía ver aquella estampa. Eran días en los que
parecía que no existían las prisas que vemos hoy en nuestras calles, y las
personas no tenían impedimento en detenerse unos minutos, que en ocasiones se
extendían en horas, para charlar y enterarse de lo que acontece en el barrio.
Actualmente,
lo que ocurre es todo lo contrario. A penas saludamos a las personas que se
mudan a vivir a nuestra zona, y simplemente los vemos salir o entrar en su
casa, y pasar de largo con su coche.
Incluso es
muy común escuchar, que las personas que viven en bloques de viviendas, casi no
conocen de vista a los vecinos de su misma escalera o portal.
En este
aspecto, la CB se presenta como medio fundamental para fomentar lazos de
amistad y solidaridad en el entorno del vecindario. Esto es debido, a que por
sus características, la CB se usa en un área cercana a nuestra estación. Por lo
tanto, casi sin darnos cuenta, comenzamos a charlar con vecinos a los nunca nos
hubiéramos atrevido a hablar en persona, por falta de confianza o cercanía. Por
ello, empezamos a conocer su vida, sus inquietudes, sus opiniones, sus
problemas y dificultades, y en ese aspecto, la CB aparece como una forma
excepcional de solidaridad, porque a través de ella, seremos conocedores de las
necesidades de las personas de nuestro entorno, y podremos en la medida de nuestras
posibilidades, ayudar a dicho ciudadano.
La historia
de la CB, ha estado siempre unida a la solidaridad. Por lo tanto, a pesar de
las nuevas tecnologías informáticas, la CB se puede seguir usando con este fin;
ya que te permite establecer contacto con cualquier persona, sin tener que
conocer ningún número de teléfono, correo electrónico, o similar.